Encantadora île-de-Ré

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Hacía tiempo que quería llevar a las niñas a una isla pequeña, con acceso fácil, con pequeños pueblos pesqueros, con mareas que subieran y bajaran, que se pudiera visitar en un día y que tuviera un faro. La pregunta era: ¿donde encontraría todo esto junto?

En mi búsqueda encontré una isla llamada Île-de-Ré en Francia, solo con este nombre tan poético me atrajo mucho la atención. ¡Seguro que estaría bien!

 

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Esta isla está en la costa Atlántica de Francia y se une al continente mediante un puente de 3 km que sale de la ciudad de La Rochelle. Todo lo que buscaba lo encontramos allí. Es pequeña puesto que hace 30Km de largo por 5km de ancho.

Solo cruzar el puente nos encontramos una playa, hacia la derecha, con la marea baja, perfecta para ir a ver los viveros de ostras y mejillones antes de que volviera a subir la marea al atardecer.

 

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En otra de las playas (en el pueblo de La Couarde) pudimos recoger un montón de caracoles de mar y hacer pesca a pie de varios crustáceos, siguiendo siempre las medidas que nos indican en los carteles de información.

 

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Aquí pasaron un buen rato buscando por la arena y encontrando un poco de todo. La verdad es que para los niños es muy divertido. ¡Se lo llevarían todo!

 

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Avanzamos hasta el otro extremo de la isla y allí encontramos el Phare des Baleines (Faro de las Ballenas), construido en el año 1849. Es uno de esos faros que, por su altura, impresiona bastante.

 

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Mide 57 metros de altura y se puede visitar hasta arriba del todo subiendo sus escaleras de caracol con 257 escalones. Merece la pena subirlas puesto que desde arriba, las vistas son muy bonitas hacia el Océano Atlántico. Aquí lo vimos durante la marea baja.

 

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Justo al lado, encontraréis el Museo del antiguo faro (1682) que, desde 1904, tiene el título de monumento histórico.

 

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De vuelta, quisimos parar en uno de los pequeños pueblos de pescadores que hay en la isla y lo hicimos en el más conocido: Ars-en-Ré. El peculiar campanario en punta, pintado en blanco y negro, de su iglesia servía de guía para los marineros: es la iglesia de Saint-Étienne.

 

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Pasear por sus calles viendo cada una de sus casitas tradicionales pintadas en blanco con sus contra ventanas de colores, todas con una personalidad propia, es muy bonito. Algunas de ellas son dignas de cuadro.

 

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En la plaza del pueblo nos encontramos un tiovivo de los de toda la vida: hecho con figuras de madera. ¡De aquellos tiovivos que hacían rodar una pelota y quién cogía el lazo se llevaba una vuelta gratis! Lo bien que se lo pasaron… creo recordar que pagamos dos vueltas pero entre que cogieron el lazo y que el señor les regaló unas cuantas vueltas más, estuvieron un buen rato allí subidas. 🙂

 

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Una de las curiosidades de la isla es la de poner pantalones a los burros; se les llama: Âne en culotte. Estos burros trabajaban mucho en los humedales y para evitar que les picaran los mosquitos, les ponían una especie de pantalones para protegerlos.

 

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No tuvimos tiempo de ver más pero aún quedaron muchos otros lugares por visitar: las salinas, la Iglesia de St. Martin-de-Ré (Patrimonio Mundial de la Unesco), molinos y una fortificación en La Flotte-en-Ré. Mi consejo sería pasar mínimo tres días para disfrutar y conocer la encantadora Île-de-Ré.

Nota: Nosotros recorrimos la isla en coche, pero lo ideal si se dispone de tiempo es hacerlo en bicicleta puesto que es un lugar sin desniveles y está preparado para ir en familia.

 

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