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Cuando me propusieron hacer una escapada a Montpellier desde Barcelona con el fin de conocer algunas de las propuestas que ofrece la ciudad para visitarla en familia, no lo dudé. Volvería, después de unos cuántos años, a la ciudad francesa donde realicé mi primer año de estudios universitarios. ¿Cuánto habría cambiado?
El trayecto lo hicimos con las conexiones de trenes de alta velocidad Renfe-Sncf que unen varias ciudades en muy poco tiempo. La verdad es que viajar en tren me encanta por las razones que la mayoría de gente apreciamos: es rápido, cómodo, puedes desplazarte mientras estás en marcha y te lleva de centro a centro de la ciudad.
Así que en 3 horas, allí estábamos, en la bonita estación de tren Montpellier Saint-Roch dispuestos a conocer la oferta turística para familias.
Saliendo de la estación nos dirigimos andando hacia la Place de la Comédie (Plaza de la Comedia). Una plaza toda peatonal donde se puede pasear tranquilamente con los niños. Allí es donde se ubica la Opéra Comédie, un edificio de 1755, que preside la plaza junto a la fuente de Las Tres Gracias, representación de la mitología griega.
En en lado opuesto a la Ópera, la plaza se prolonga en forma de parque: l’Esplanade de Charles de Gaulle, donde encontramos parques infantiles, puestos de flores y los típicos restaurantes de los paseos que aún guardan su encanto de antaño.
Estuvimos comiendo junto a este parque en el restaurante Burguer & Blanquette, cuya entrada es muy original y que ofrece una gran variedad de hamburguesas caseras y buenísima carne de buey. También ofrecen menús infantiles.
Para conocer el centro antiguo de Montpellier cogimos el pequeño tren que en unos 45 minutos da una vuelta por algunos de los lugares con más historia de la ciudad medieval.
Durante el paseo vimos algunos de los edificios clasificados como históricos y todos en muy buen estado de conservación como por ejemplo la Arc du Triomphe (arco del triunfo), la Catedral de San Pedro, el Jardín des Plantes (primer jardín botánico de Francia), el Museo Fabre, la Facultad de Medicina y otros muchos.
El transporte público en el casco histórico de Montpellier es el tranvía que llega prácticamente a todas partes. Con un ticket familiar puedes subir y bajar durante 24horas. Nosotros fuimos hasta la zona de entretenimiento de l’Odysseum. Allí hay cines, planetarios, pistas de hielo, restaurantes, un centro comercial, un acuario y otras diversiones.
Escogimos visitar el acuario Mare Nostrum. Las instalaciones son muy nuevas y están tematizadas según los océanos o mares que vamos visitando. Durante la visita puedes ver como alimentan a los pingüinos o tiburones, las explicaciones de los cuidadores delante de los grandes acuarios y hasta tocar algunos peces.
En el circuito encontramos un simulador del Buque Romeo II. La verdad es que nos sorprendió mucho. Cuando entramos en la habitación de mandos del buque, es como si nos estuviéramos moviendo de verdad, en la pantalla de delante de los mandos y el timón aparece el océano y de golpe empieza la tormenta, con las olas pasando por encima, el agua chocando contra el cristal, mientras nos vamos balanceando ligeramente para acompañar la animación. Es un éxito asegurado para los niños.
Cuántas cosas nos quedaron por ver y hacer: ir a las playas de Palavas les Flots o l’Espiguette entre otras (se puede acceder en bicicleta hasta algunas de ellas), ver el acueducto Des Arceaux (Saint Clément), conocer la parte moderna de la ciudad que se caracteriza por sus arquitecturas contemporáneas. Sin duda habrá que volver.
Y si, después del tiempo que hacía que no volvía, Montpellier había cambiado. A penas la reconocía así que volví a descubrir esta preciosa ciudad. Pero esta vez con una visión más familiar.
